Referencias

 

Introducción


Los avances conseguidos en la tecnología han propiciado la creciente popularidad de la computación móvil en los últimos años. Esta tendencia ha generado así nuevos paradigmas con el ánimo de satisfacer necesidades emergentes, en las cuales la movilidad, la flexibilidad y la capacidad de autoconfiguración de las redes que soportan los servicios toman cada vez más relevancia. Un escenario típico en el que este tipo de sistemas se convierte en una tecnología esencial es aquel en que, ante una catástrofe natural, una flota de rescate formada por numerosos individuos se mueve por una zona ausente de infraestructura de comunicaciones y precisa del envío/recepción de información.


Es en este contexto en el que surgen las redes ad-hoc, y más concretamente las redes móviles ad-hoc, o MANET (del inglés Mobile Ad-hoc NETworks) [1]. Características inherentes a ellas, como la comunicación sobre medios abiertos, la ausencia de una infraestructura predefinida, la topología cambiante, la movilidad, sus recursos habitualmente limitados y la falta de un control centralizado [2] hacen de las MANET un tipo de entorno muy vulnerable frente a diversos ataques y amenazas de seguridad. Resulta, por tanto, imperativa la provisión de un entorno de comunicaciones seguras y libres de riesgos en este tipo de redes, lo que redundará en el aprovechamiento efectivo de sus atractivas cualidades, en ámbitos tan variados como el medioambiental, emergencias, educacional, o militar, entre otros.